El catalizador del cambio no sólo debe ser técnicamente adecuado sino que también debe poseer un amplio abanico de competencias emocionales. Además de un alto nivel de confianza en sí mismos, los catalizadores del cambio poseen un alto grado de influencia, compromiso, motivación, iniciativa y optimismo, así como cierto instinto natural dentro de la actividad organizativa.

Para esta labor hacen falta personas que se tomen su tarea como una misión y no simplemente como un trabajo, personas que estén apasionadas por el cambio, personas, en suma, que se levanten por la mañana pensando en mejorar con él.
Las personas que catalizan más adecuadamente el cambio no son necesariamente innovadoras, porque si bien reconocen el valor de una nueva idea o manera de hacer las cosas, no suelen ser ellos los que impulsan originalmente la innovación.
El modelo de gestión transformacional va más allá del estilo de gestión habitual y exige un tipo de personas cuyo entusiasmo sea capaz de movilizar a sus colaboradores. Son personas que no ordenan ni dirigen a los demás sino que les inspiran y que, al articular su visión se sienten intelectual y emocionalmente estimulados. Demuestran una fuerte creencia en su intuición y alientan a los demás a seguirles. Y también son personas que fomentan las relaciones con sus subordinados.
El catalizador del cambio debe articular una visión ilusionante de los nuevos objetivos de la organización. Y, aún en el caso de que las metas pudieran ser algo utópicas, el hecho de comprometerse con ellas puede resultar emocionalmente satisfactorio. Despertar así las emociones de las personas y alentarlas a alcanzar metas nobles y elevadas proporciona a las organizaciones un poderoso motivo movilizador del cambio.

Definición: un catalizador propiamente dicho es una sustancia que está presente en una reacción química en contacto físico con los reactivos, y acelera, induce o propicia dicha reacción sin actuar en la misma.